“Educar, la llave de la igualdad”

Igualdad ¡qué palabra tan bonita!, al escucharla, al pronunciarla me invaden sentimientos positivos, nada se desequilibra, es como si la naturaleza de la cual formamos parte siguiera su ritmo sosegado y ensanchara nuestros corazones.

Me pregunto ¿Qué ocurre cuando la frustración, el desencanto por la vida y la falta de ilusión en un futuro igualitario no se vislumbra porque el  presente no es ejemplo  de  amor  que es la energía básica para construir y mantener el gran pilar de la igualdad ?

Algo falla. No olvidemos que todos nacemos iguales, con  un cerebro  que se va formando con nuestras vivencias en todos los entornos que nos criamos, las cuales nos llegan a través del lenguaje hablado, visual, escrito, en casa, en el entorno social y educativo, en los medios digitales y analógicos, en el contacto con la naturaleza, la gran olvidada hace bastantes décadas, etc…

Todas estas vivencias van conformando nuestro pensamiento, los prejuicios, las ideas, nuestros sentimientos y van dejando un poso cultural  y de comportamiento en todos  nosotros, con todos los “sesgos” que esta información conlleva.

Pienso que para alcanzar una igualdad entre todos los géneros hay que actuar conjuntamente en toda la sociedad, inculcando valores tan importantes como el “respeto”, “la escucha” y el “amor a uno mismo y a los demás”, es la energía de nuestros corazones.

Hemos de empezar en las familias, el sistema educativo y todos los medios sociales.

 

¿Cómo podemos abordar esta gran tarea, tan necesaria para el auténtico bienestar de la humanidad?

Realmente es difícil, no nos engañemos, sobre todo porque actualmente estamos instalados en una sociedad competitiva, individualista y muy alejada de la naturaleza, hemos perdido un poco el norte, hay por tanto que dar un giro de 180º.

Es un reto, hemos de empezar por los cimientos. La concienciación y educación  de cada uno de nosotros desde niños es el primer pilar, pero si los que mueven los hilos y manejan todos los engranajes  del “edificio social” no cambian sus mensajes, ni sus comportamientos, seguirán manejando la mayoría de las mentes, con lo cual se cambia muy poco, porque toda la labor que hacemos algunos la anulan ó contaminan enseguida.

Las palabras y el lenguaje visual que transmiten todos los medios informativos, los  personajes públicos, la publicidad, etc… son importantisimos para conseguir la igualdad.

No sé  si  somos conscientes de que crean realidades en nuestros cerebros, son los espejos donde se mira la sociedad y se acaban reproduciendo estos esquemas de comportamiento que transmiten y en muchas ocasiones están muy alejados  de la igualdad  de todos los géneros.

En  nuestra cultura los modelos sociales y de comportamiento  han sido patriarcales durante milenios, desde la estructura familiar hasta la social. El poder de decisión y los privilegios los tenía el hombre en detrimento  de la mujer y de otras formas de sentirse  que estaban anuladas y penalizadas.

Desde hace muy pocas décadas en las sociedades  democráticas se está trabajando desde distintos colectivos e instituciones  para revertir este patrón y alcanzar una igualdad de derechos y deberes, lo cual es necesario y muy positivo. No es tarea fácil porque conlleva cambiar no sólo estructuras o esquemas sociales, sino esquemas mentales que llevan muchos milenios en nuestra cultura.

Para ello debemos hacer una labor educativa mucho más integradora, de escucha a mujeres, hombres y todos los géneros. Cuidar las palabras sobre todo las que califican  como “machismo”, “feminismo” porque acaban  convirtiéndose  en “sesgos extremos”.

Y al final  en vez de llegar a un equilibrio, un entendimiento, que es lo que se pretende “la igualdad”, acaban  enfrentándose.

 

Mi deseo, mi gran ilusión, es que sepamos transmitir el valor de la igualdad desde que nacemos.

Es un pilar fundamental y necesario para la convivencia sana y pacifica en el fugaz paso por la vida de cada uno de nosotros.

Parece fácil, sin embargo no hemos de olvidar  la sabiduría de uno de los refranes que nos dice “ Del dicho al hecho hay un gran trecho”.

Hemos de comprometernos, ser valientes, no mirar para otro lado, que es la respuesta automática de nuestro cerebro cuando la situación es compleja y dura emocionalmente. Tenemos que dominar estos “miedos” y trabajar juntos.

Hay que aprovechar el entramado asociativo, educativo y cultural que ya existe en los ayuntamientos para trabajar juntos, niños, jóvenes, mayores y empezar tomando conciencia de que todos hemos de formarnos para ser conscientes que la igualdad  se consigue desde abajo y entre todos día a día.

Sí amamos la vida y el valor de la igualdad, uno de los objetivos principales de la educación debe ser reconectarnos con el corazón, ayudarnos a abrirlo, a ensancharlo para que el amor y el respeto sean los pilares de nuestras vidas.

Otro objetivo paralelo tiene que ser desarrollar progresivamente  niveles más elevados y profundos de conciencia igualitaria.

Si conseguimos dar estos pasos, probablemente consigamos dar un gran paso hacia  el sentimiento de igualdad en el corazón de todas las personas independientemente de su género.

 

Manos a la obra, es un gran reto de la sociedad del siglo XXI.

 Autora: Alicia Maté Aladro.