LOS SECRETOS DETRÁS DE LOS VISILLOS

En un pequeño pueblo, de la España vaciada, de la que tanto se habla ahora, allá por los años 80, vivía la pequeña Ana, en el seno de una familia “normalita” para la época, con los recursos suficientes, no para caprichos.

Era una niña tímida, asustadiza, sentía miedo por muchas cosas que le hacían permanecer como en una alerta continua cuando se le acercaba algún hombre mayor del pueblo sobre todo el “tío Paco” o algún otro individuo que no le gustaba, que le hacía sentirse incómoda y algo en su interior le decía que se alejase. Ella no dormía bien, nunca lo dijo, tenía pesadillas, cuando se despertaba de ellas lo único que recordaba era el miedo que había pasado.

En el colegio no era de las niñas “guais” o “populares”, más bien todo lo contrario; su timidez y desconfianza le hacían permanecer en segundo plano. No se acuerda de mucho de esa etapa en el colegio ni de su infancia, la mayoría de sus recuerdos son sensaciones negativas o pequeños “flash” de alguna situación que le angustia y, que cuando aparecen en su mente no les deja que afloren, les guarda en su “baúl del olvido”.

Fuero pasando los años, seguía con sus miedos y su timidez, a veces, la cabeza le daba vueltas, pues veía y oía cosas que aun siendo pequeña sabía que no estaban bien, pero eran esas “cosas” de las que nunca se hablaba. Hasta que un día, ya en plena adolescencia, hablando con otras niñas del pueblo de sus cosillas de novietes, una de ellas comento a otra: “¿te acuerdas cuando éramos pequeñas y un día el tío Paco nos invitó a entrar con él en su corral, cerró la puerta y al momento apareció mi hermana y sus amigas? Y, ¿cómo nos sacaron de allí y le chillaron?” (nadie comentó nada, siguieron hablando de cosas de chicas). Fue entonces cuando la ya jovencita Ana recordó que una vez siendo muy pequeña, estando en el huerto con su madre apareció el tío Paco y viendo que su madre estaba atareada en preparar el huerto, quiso que Ana le siguiera ofreciéndole caramelos. Enseguida oyó a su madre gritar su nombre para que volviera y recuerda que cuando llegó a su lado, ésta le dijo muy enfadada que no se le ocurriese irse con el tío Paco a solas, ni con nadie. No obtuvo ninguna explicación más, en esa época si preguntabas por qué, la contestación era: “porque lo digo yo y punto”.

A raíz de ese día, Ana por fin supo de dónde le venía ese miedo, ese estado de alerta continuo y quizás su timidez, era por los “monstruos” (como años más tarde los llamó), que acechan a las niñas y las jovencitas del pueblo. “Monstruos”, que eran simpáticos y amables como el tío Paco, al que se le tenía gran aprecio en el pueblo; sobre todo muchas mujeres pues siempre les decía algún piropo.

Unos años después, Ana se fue a estudiar fuera de su pueblo, lejos, como muchos jóvenes de su época, con una de las becas que existían entonces. Para ella fue la oportunidad de alejarse de los “monstruos”. Decidió quedarse en el lugar donde estudió, buscó trabajo y organizó su vida.

Del tío Paco poco más supo, en una ocasión le comentaron que le habían pillado llevándose a una niña para el campo y se armó mucho revuelo en el pueblo, pero no creyeron a quien lo vio y dio la voz de alarma; dijeron que eran invenciones, ¿cómo iba a hacer eso un señor mayor. Ana se preguntó: ¿quedará alguna niña en el pueblo que no haya sentido el acoso de este individuo?

Años después de esto, en una de las llamadas habituales a su madre, ésta le comento que se había muerto el tío Paco, lo primero que se le vino a la cabeza a Ana fue: ¡ya era hora, por fin un “monstruo menos”!

Ana sigue con sus temores, con cierta desconfianza hacia algunas personas, se sigue guiando por su instinto sobre todo cuando le dice que se aleje de algo que le hace sentirse incomoda e incluso sentir miedo; sigue enviando sus “flash” de recuerdos al “baúl del olvido”.

(De aquel comentario de las amigas y de sus pocos recuerdos que enviaba al “baúl del olvido”, no dijo ni comentó nada, ¡de esas “cosas” no se hablaba!, era un tema tabú, en el pueblo se sabía que pasan, pero no se comentaban, es más se callaban; son parte de las “cosas” que pasaron en la llamada “España vaciada”, secretos que quedan detrás de los visillos)

 

Fdo. MUJER RURAL

 

Desde el grupo Sumando Voces femeninas, queremos añadir nuestras voces a relatos como el que cuenta la historia de Ana, para motivar y movilizar a otras mujeres en la lucha contra la violencia de género:

  • ¡Compañera quiero que te sientas apoyada, poderosa, valiente…! ¡Nosotras podemos, nosotras valemos! ¡Basta ya de violencia, tenemos que hacernos valer! Tenemos que ser felices.
  • Respétame, valórame.
  • Que el pasado no vuelva a tu vida. ¡¡¡Lucha!!!
  • Eres mujer de las mil batallas, luchadora, valiente. Una mujer que tiene que perder el miedo, empezar a ser ella misma y valorarse, pero sobre todo piensa en ti y se feliz. ¡¡A por todas, estamos orgullosas de ser mujeres!!
  • ¡No temas, el tiempo pone a cada persona y a cada cosa en su lugar! Las mujeres tenemos que romper con todos esos miedos y con todas esas barreras y empezar a ser felices.
  • Ahora nos toca ser felices, ahora toca seguir hacia adelante con valentía.

 

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DÍAS SIN NOMBRE

 

La tibia luz rompe la oscuridad para dar paso al amanecer. El sol se  despereza tímidamente colándose por las persianas.  Trae la  promesa de un día nuevo, pero para Adela, todos los días son iguales; lunes, martes, miércoles…, o domingo. La única diferencia, si es que realmente la hay, es que cuando aparece alguno de esos nombres en el calendario, tiene que madrugar para ir al taller de aparado. Sentada ante la máquina de coser calzado, pasa la mayor parte de la jornada,  así lo ha hecho gran parte de su vida. El resto del día, independientemente de su nombre,  lo dedica a  tareas como lavar la ropa, fregar, cocinar, planchar…, y cuidar de los niños. Esto, también las ha realizado desde siempre, simplemente por ser mujer.

Adela abre los ojos al notar los primeros rayos de luz, que se filtran perezosos por la persiana. Aún no ha sonado el despertador. Hoy, es una de esas jornadas designadas para trabajar.

A su lado, en la cama, está Fermín, su marido. Perdió la necesidad de madrugar hace ya un año y medio, quizá dos…, ya no lleva la cuenta. Desde entonces,  se levanta cuando le viene en gana, y se ocupa en “otros menesteres”, ajenos a las necesidades familiares.

Lo mira con nostalgia. Recuerda que hace ya mucho tiempo era el forjador de sus anhelos, el que traía dulces besos, y tiernas caricias a su vida. Ahora, todas esas quimeras han desaparecido. Esos ósculos, antes tan deseados, se han vuelto amargos como la hiel. En ocasiones…, esas raras ocasiones, en que sus labios se aproximan, ella parece notar el sabor de la cicuta, y cree morirse.

Aquel amor de antaño, ha perdido toda la dulzura. Ha pasado demasiadas veces por el alambique, y está tan destilado, que sabe a agua sucia. Casi, nota el hedor a podredumbre.

Mira el abismo entre sus cuerpos. A la vista de cualquiera solo hay una escasa distancia, tal vez cincuenta centímetros. Pero en la mente de Adela, ese medio metro, se convierte en kilómetros de desazón. ¿Cuándo dejó de quererlo? ¿En qué momento dejó de desear sus caricias? ¿Cuándo comenzó a sentir que sus vidas estaban tan distantes? Cree que a él también le pasa lo mismo, pero lo exterioriza de otras formas, algunas no demasiado silenciosas…, y mucho más dolorosas. Ninguno habla sobre el tema, ni de ese…, ni de ninguno. No mencionan su zozobra, pero es una cosa que se siente, se palpa en el ambiente.

El desamor se ha instalado entre las paredes de su piso de tres dormitorios, cocina y dos baños, y ha tejido ya sus cortinas de grises y sucias telarañas, en las que los únicos enredados en sus letales hilos, son ellos.

Apaga el despertador antes de que suene. Con suerte no tendrá que sufrir las envestidas de Fermín si se despierta. No está con ánimos para sus “jueguecitos”.

En un fugaz suspiro, Adela recuerda cuánto deseaba esos cinco minutos antes de que sonase el despertador…,  pero de eso, ya hace demasiado tiempo. Esos minutos, en el que los roces se incendiaban de amor y de pasión; en el que los besos no eran fugaces, ni forzados; en el que deseaba que no sonase el maldito despertador.

Ahora tampoco desea que rechine la alarma, pero por otro motivo muy diferente. Aquellos recuerdos le parecen un sueño lejano; tal vez sean prestados, porque no los siente propios,  ya no le pertenecen esas evocaciones. Una imagen que ha quedado reducida a polvo con el paso de los días…, de los meses…, de los años…

Coge su ropa, los  zapatos…, y a hurtadillas, sin encender ninguna bombilla, y por supuesto, evitando hasta respirar para no hacer ruido. Sale como un hálito, de puntillas, iluminada únicamente por los haces de luz que caen perpendiculares desde la ventana, y que ella corta al pasar. ¡Ojalá fuese así de fácil cortar con todo! … pero no lo es… no es nada fácil….

En el pequeño cuarto de baño, comienza a vestirse. Debe darse prisa, no quiere llegar tarde, y mucho menos tener que sucumbir a la solicitud de Fermín de hacer el amor. Aunque más que amor, es sexo. En el que él, satisface sus necesidades fisiológicas, y ella consigue mantener a salvo su cuerpo por unas horas, tal vez, con suerte…, durante todo el día. Pero a ella le repugna, tanto si la somete, como si se obliga a sí misma a ser sumisa. Solo siente la necesidad imperiosa de huir, de escapar de todo. Pero no puede. Cree que es su obligación como mujer, pero sobre todo como madre. ¿Qué harían sus hijos sin su padre? ¿Cómo superarían vivir lejos de la figura paterna? ¡No podrían! Ella lo sabe… cree estar segura de que lo sabe…

La debilidad ha hecho mella en ella, tanto o más que las magulladuras que mantienen su cuerpo dolorido. Mira el rostro que se refleja en el espejo para pintarse los labios, y piensa: “Pobre mujer, ni  embadurnándose con el maquillaje, consigue disimular lo que lleva escrito en los ojos. … sus ojos….Dolor… Mucho dolor” Sin darse cuenta de que ese reflejo no es otro que el suyo…

Al salir, en silencio, cree que nadie se dará cuenta. Siente que ha conseguido disimular bien su situación, esquivará las preguntas, evitará la vergüenza… ¿hasta cuándo? Nota que no anda bien del todo. “Será por el golpe en la cadera. Aún es pronto para que esté bien. Las otras veces ha tardado un par de semanas en dejar de molestar”— piensa.., mientras recuerda con un escalofrío los golpes de anoche en su cara, en su cuerpo y en su alma…

 

Fdo. Natividad Poveda Vidal

Crítica de la oscarizada ‘Joker’

Después de ver la oscarizada película ‘Joker’ considero que existen diferentes planos sobre los que realizar un análisis de sus mensajes.

En cualquier caso parto del hecho de que este filme ha estado, con toda razón, en el ojo del huracán. Debido principalmente a las diversas interpretaciones del mensaje que se esconde detrás de esta producción norteamericana.

Una gran diversidad de opiniones, entre las que me gustaría destacar una que pude escuchar de otros espectadores. Ellos concluían que los actos violentos a los que llega el protagonista no derivan de su ‘locura’ sino de las injusticias a las que ha sido sometido en su vida; como ser ignorado por su entorno en sus deseos, necesidades o problemas.

Por otra parte, hay quien considera su respuesta como una venganza totalmente justificada, al descubrir la verdad de una vida que siempre se le había ocultado. Además, según este análisis, la venganza se cierne sólo sobre aquellos que le han hecho daño a él o a otras personas indefensas.

Destacaría yo la importancia que adquiere la figura maternal. Esa mujer que justifica el engaño y la ocultación de la verdad, con la protección hacia el hijo. Interesante analizar este mensaje, y cómo afecta al protagonista tener que hacer frente a una realidad que ya no sabe si distorsionada por su mente o por la de una madre atormentada y con problemas mentales también.

Personalmente, me genera una gran confusión el hecho interpretable de justificar cualquier tipo de violencia si detrás ha habido un daño previo o si la persona se ha sentido excluida. Así se plantea como ‘lógica’ la reacción violenta después de estar en esa circunstancia y de tener un problema mental, cuando evidentemente eso no se corresponde con la realidad.

En mi análisis de la producción de la película, destacaría el gran logro del director a la hora de conseguir que el espectador se meta de lleno en el ambiente decadente de la ciudad de Gottam. También sentir la falta de identidad del propio protagonista, que alcanza su cénit con el maquillaje de una máscara, en un símbolo de las mentiras (de su mente y de su madre) sobre las que había construido su persona.

Como conclusión, destacaría el mensaje de la responsabilidad de la sociedad de corregir todos esos desajustes que se visibilizan a lo largo del filme y esos maltratos diarios que muchas personas reciben cada día.

Elena Briongos Rica