Un viernes de verano en tierras de Luzaria entre prados y montañas nacía yo. Un caballo de espíritu libre y rebelde. Desde potrillo corría entre los olivos de Saharida, aprendí con la fuerza de mis ancestros a sentir brisa entre mi melena. Allí cada atardecer era una fiesta de colores, sonidos y olores.  

Desde el inicio de mis aires, fui diferente. Mientras mi manada brincaba sin miedo yo sentía que mis patas no pertenecían a Luzaria. 

El mundo se sentía demasiado grande, con demasiado ruido, demasiado incómodo… 

Muchos me “enseñaron” a golpear con fuerza, a llevar la cabeza alta como los demás. Pero algo en mí no funcionaba.  

A veces me paralizaba sin razón, hacia cosas que no debería. Otras veces corría sin control como si escapara de algo, de algo que solo existía en mi mente.  

“Este caballo no sirve”, “Este caballo no pertenece aquí” dijeron algunos “No es fuerte” dijeron otros.  

La cuestión era que ni yo sabía que era verdad y que era mentira, yo mismo me creía cosas que yo mismo me decía.  

Un día me llevaron de vuelta, más allá del mar, al otro lado a Saharida tenía la esperanza de que tal vez allí podría encontrarme y a mi verdadera manada.  

Pero el cambio era demasiado brusco. La luz era diferente y el calor quemaba. Me sentía perdido en un mar de arena.  

Pasaron unos años en Luzaria, hasta que conocía a Blanchelis.  

Me observo en silencio, intentando comprenderme. Hasta que me dijo: 

No tienes que correr como los demás, no tienes que ser lo que esperan de ti. Solo tienes que ser TÚ.  

Por primera vez sentí que no tenía que luchar contra mi propia mente, sino parar y saber que me está intentado explicar.  

Con el tiempo todo mejoraba, había días difíciles pero ya aceptaba que mi camino era diferente.  

Y cuando sentía que mi trote se había adaptado… 

Me llevaron a Brumania tierra de bosques fríos y colinas verdes. Entendí que la vida siempre me pondría a prueba. Mi mente seguía siendo un lío, pero esta vez, en lugar de tratar de cambiarme, decidí escucharme a mí mismo. 

Aprendí que la fuerza no siempre está en la velocidad ni en la resistencia. A veces, la verdadera fortaleza está en levantarse cada día a pesar de la tormenta en tu cabeza. 

Soy el caballo de tres tierras. No soy el más rápido ni el más feroz, pero sigo corriendo. Y eso, para mí ya, es una victoria. 

 

Fdo. Caballo de tres tierras. 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

You may use these HTML tags and attributes: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>