Ojalá te plantearas que lo que no hago es porque no puedo y no porque no quiero.

Ojalá que desechases de tu vida frases que duelen tanto como, ”hay que moverse”, “me parece que no hace lo que no quiere”, ”para otras cosas bien que vale”.

Ojalá mi problema de salud mental no te alejase tanto de mi como para no sentir tu mano y compañía.

Imagina que, para sentirse bien, y porque se ha puesto de moda, los “súper” de la sociedad salieran a decir que también van a terapia.

Imagina que la salud mental está de moda, pero que no se hace mucho por impedir que los adolescentes, con toda una maravillosa vida por delante, sufran tanto que no saben si quieren seguir en ella.

Imagina que alguien pasara a tu lado y como le agobia ver que no estas en las mismas condiciones estupendas de vida perfecta en la que el sol brilla cada mañana y el arco iris sale deslumbrante, directamente te ignore.

Imagina que ya no puedes decidir si es buen día para salir a pasear sola, o si no está bien que te tomes una taza de chocolate o que alguien decida que tienes que hacerte una operación para que no seas madre o que no puedas masturbarte porque tienes sobreprotección constante.

Imagina que no puedes hablar con casi nadie de tu problema porque por poco frecuente o por diferente, no vas a ser digno más que de lástima, sin ninguna intención de preocuparse realmente.

 

No hace falta imaginar, esto pasa y pasa cerca de ti, cerca de mí, en tu pueblo, en tu ciudad, en tu familia, en ti.

Cuando empecé a trabajar en salud mental no había oído hablar de los proyectos de vida, de la atención centrada en la persona, de la asistencia personal, de la ayuda de iguales…

Algo tan evidente y tan estridente cuando nos falta. Claro, esto es impensable que nos falte a los “normales”.

En cualquier momento de tu vida, sin darte cuenta, por un accidente, por una enfermedad privativa, por una cuestión de poca funcionalidad o porque cumples años, alguien deja de preguntarte que te interesa en la vida y empiezan a decidir por ti.

Yo no puedo imaginar mi vida con tantas restricciones, pero son constantes e implacables cuando sufres una discapacidad.

Lo peor es que todo eso se hace con el convencimiento de que es lo mejor para ti, aunque nadie te haya preguntado.

Yo sé que es tremendamente difícil respetar lo que no entiendes y que la sociedad en la que vivimos nos bombardea con que seamos rebaño para el bien común.

Así que voy a pedir como buen propósito de año nuevo, que seamos capaces de dejar que los demás vivan como les de la gana, que podamos elegir siempre, que podamos opinar, que podamos tener días de mierda, que podamos tener prioridades diferentes entre nosotros, que podamos enfadarnos y retirarnos cuando no sepamos gestionar, que no tengamos que cumplir normas siempre tan estrictas, que podamos elegir libremente con quien compartir nuestro tiempo, aunque ellos sean las mascotas, que no  impongamos nuestra forma de vivir, que no juzguemos con tanta ligereza, que dejemos a la gente ser y estar como le salga del corazón.

Que dejemos de una vez de intentar proyectar en los demás lo que nosotros no seremos nunca. Que nos dejemos meter la pata y poder aprender de ello

 

Imagina que nunca nadie te preguntara como te sientes, que es importante para ti o que te gustaría hacer hoy.

Es lo que hacemos cuando arrastramos una silla para cambiar a una persona de sitio, cuando las sacamos a la calle sin preguntar, las obligamos a comer sin hambre, las prohibimos tener citas a solas, la vestimos como queremos nosotros, las exponemos a situaciones que no van a poder controlar, las obligamos a salir de casa, las forzamos a hacer multitud de actividades…

Yo también sé que vivimos en sociedad y que no puede uno hacer siempre lo que quiere, pero hoy dejadme que pida, voy a pedir que creemos una sociedad en la que podamos hacer más tiempo lo que queramos que lo que debamos, y a lo mejor así, nos damos cuenta de que el de al lado necesita otra cosa diferente a que le lance una moneda.

Que lo quiere es hablar y que no necesita salir a toda costa de casa, sino que me siente a su lado toda una tarde sin hacer más que acto de presencia, porque eso y no otra cosa es lo que nos piden a gritos a veces: QUE ESTEMOS PRESENTES, PERO NO LES ESCUCHAMOS, PORQUE TENEMOS PÁNICO A OIR SU REALIDAD.

 

He aprendido muchas cosas desde que trabajo aquí, me lo han enseñado sus increíbles profesionales y sus diferentes participantes.

He aprendido tanto que me doy cuenta de que la persona por la que más lloro en esta vida es por mí, porque aprender es desaprender y eso cuesta mucho, porque aprender es darte cuenta de que hay que abrir la mente y las bisagras están oxidadas, porque aprender es darte cuenta de que hay tantas verdades como versiones, y que escucharlas todas nos hace grandes, pero no nos gusta.

Aprender es conocerte y aceptarte, y eso duele y reconforta en la misma proporción, aprender es seguir cuestionándote y eso ayuda, pero escuece.

No me voy a cansar de aprender, de llorar… así me hace sentir VIVA!!

 

Fdo. Sandra Salinero Aguilera, trabajadora de Salud Mental Huerta

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

You may use these HTML tags and attributes: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>